De algunos escritores...

 

No me encuentro yo entre los que piensan que poetas, cineastas, políticos o intelectuales deben conocer siquiera el nombre de Freud y aun el de Lacan, para mejorar sus obras, su intelecto y su ética. Pero no estaría entre ellos por más de un motivo. Porque de tanto en cuanto aparece en el foro alguna cuestión relacionada con el psicoanálisis, y no es mi estilo quedarme mirando al techo por haberme saltado lecciones cruciales, y menos aún jactarme de lo que ignoro. Luis Racionero, un escritor de Seo d’Urgell (Girona), en la presentación de un libro de entrevistas de Montse Batlle, Lo íntimo y lo sagrado (Kairos. Barcelona: 2012), en una conocida librería de la ciudad Condal, tras leer la entrevista de un psicoanalista recogida en el libro, dijo no haber entendido nada, para acto seguido chancearse del psicoanálisis al mismo tiempo que rompía una lanza en favor de las trasnochadas filosofías orientales. Nada descubro al recordar que Luis Goytisolo es mucho mejor escritor que Racionero. Quien el año 2013 fue distinguido con el Premio Nacional de las Letras Españolas, confesó en una entrevista concedida a Xavi Ayén (para La Vanguardia. Cultura. Lunes, 15 de junio de 2015) titulada «El impulso sexual y el literario son el mismo», que un psiquiatra le aconsejó que cambiara las pastillas que tomaba, y que el cambio le fue muy bien. Creámosle. Lo cierto es que sólo medias le fue bien aquella recomendación. ¿Por qué? Que el psicoanálisis no es una terapia como las demás lo demuestra el mismo Goytisolo cuando afirma que no conocía la importancia que había tenido su madre, a la que no conoció por haber muerto cuando él tenía tres años, en su literatura, y, por otra parte, porque si hubiese frecuentado a Freud o el diván del psicoanalista sabría que la relación que aparentemente cree descubrir entre sexualidad y creación literaria, como recoge el título de la entrevista, es un descubrimiento del primer psicoanalista. Se equivoca el galardonado escritor, por otra parte, al afirmar que Karl Marx «no tiene ninguna vigencia, porque su mundo ha desaparecido». Hubiese bastado con leer a Louis Althusser (1918-1990) en Lire Le Capital. (Éditions François Maspero. París: 1965), para advertir que Marx no habla de otra cosa, ni un solo momento deja de dirigirse al hombre de nuestra época, la más actual. Y es que Marx no sólo es el inventor de ‘síntoma’, aquello que no anda, también en el capitalismo, ya que nadie como él habló de la sonrisa del capitalista, como define Lacan a la ‘plusvalía’, y, más allá de demostrar que la infraestructura no determina necesariamente a la superestructura, descubrió el ‘fetiche’ de la mercancía.

 

José Miguel Pueyo

Girona, 15 junio 2015