Opiniones y creencias del biólogo David Bueno sobre la violencia. (O cuando hacen faltan seis cerebros –Colectiu Cervell dels Sis– para descubrir lo que ya se conocía y agregar desorientación)

 

Entrevistado para La Vanguardia (22/10/2013), por Jesús Sancho, el biólogo David Bueno afirmó que «Muchos líderes tienen algún problema psiquiátrico». Y no contento aún con esa opinión que pretendía fundamentar científicamente, este profesor del Departamento de Genética de la UB y uno de los autores del libro Som una espècie violenta?, se atrevía a sentenciar que los genes condicionan la agresividad humana.

 

Vocación divulgativa

Uno de los problemas epistemológicos y éticos de neurocientíficos como los que conforman Cervell dels Sis, es querer ser divulgativos además de rigurosos. Prueba de lo cual es que pretenden aportar datos hasta ahora no conocidos sobre la violencia humana. Veámos.

 

¿Qué es la violencia?

El primer error de este grupo de neurocientíficos, cuyo portavoz parece ser David Bueno, es afirmar que la violencia «se había tratado hasta ahora como una cuestión básicamente social y cultural, desde el punto de vista sociológico y educativo». (Se refiere a los llamados factores exógenos de la violencia). 

Así, estos neurocientíficos quieren presentarse como pioneros de las bases neurofisiológicas de la violencia (factores endógenos: fundamentalmente la amígdala en las estructuras límbicas y el córtex prefrontal, amén de algunos endocrinológicos y de malformación genética), lo cual, obviamente, es, entre otros aspectos igualmente remarcables, un falacia afín al narcisismo.

 

La perversa estrategia discursiva de la matización 

Y es que después de subrayar una obviedad como es que «los avances en genética de estos últimos años han permitido saber que hay genes que ya condicionan el grado de agresividad de cada persona, David Bueno agrega «que eso no significa que la cultura no juegue ningún papel, que es importantísimo… El cerebro se forma siguiendo unos programas genéticos y, por eso, estamos más o menos predispuestos genéticamente a una tendencia u otra, y la educación en el sentido amplio, la vida en sociedad, acaba de hacer el resto después.»

 

Bueno ignora que sujeto humano se conforma fundamentalmente en lo que es por la Función del Padre en el temprano tiempo del complejo de Edipo. O sea, ignora que nueve de cada diez personas son lo que son y hacen lo que hacen en razón de cómo se haya ejercido esa función que socializa las pulsiones agresivas y sexuales.

 

El ideal biológico

Sin duda se trata para Bueno de que pasemos por el test biológico de la violencia, pues este profesor del Departamento de Genética de la UB afirma «que lo que sí que contribuye es intentar a identificarlas [a las personas] antes de que cometan cualquier acto de violencia atroz.»

 

Cuando el científico se da a las generalizaciones

Son así aseveraciones como «Somos una especie agresiva… Nuestro cerebro funciona así»… Cada persona nace con un conjunto de genes que nos favorecen a ser más o menos agresivos». Pues no. No todos actuamos como dice Bueno, y eso aún en las situaciones más extremas.

 

Del antiguo anatomista Franz Joseph Gall (bases neuronales del comportamiento humano) a la educación.

 

No cabe duda del afán divulgativo de David Bueno. El problema es que cae en el más trivial de los sentidos, ante todo porque nada agrega a lo conocido desde hace decenas de años. Así es cuando dice que «Una zona del cerebro, llamada amígdala, se encarga de detectar los posibles peligros y de responder de forma preconsciente, y la agresividad es una de las respuestas más rápidas»; también al sostener que en «En una sociedad en la que no se ha educado para disminuir su nivel de agresividad y vive en cierto estrés, que inhibe los procesos de reflexión, es muy fácil que se den comportamientos agresivos ante situaciones que no son peligrosas en absoluto»; o cuando dice que «El 90% de los actos violentos los comenten los hombres y se debe también a la misma constitución física de las personas. Los hombres tienen más testosterona, se dice que es la hormona masculina, pero las mujeres también la tienen, aunque generalmente con menos cantidad. Es una hormona implicada no solo en los aspectos de las diferencias sexuales sino también en aspectos como el liderazgo o la competitividad.»

 

Del desconocimiento absoluto de la Función del Padre en el complejo de Edipo

Que no es deseable para nadie explayarse en la ignorancia, aspecto que, empero, no parece importar a este neurocientífico. Tanto es así que desconoce el crucial papel de la mencionada Función del Padre en la conformación del carácter y en el comportamiento de los hijos. De ahí que no pueda discriminar esa función del factor educativo en sentido cognitivo. No obstante, algo debe haber escuchado de la Función del Padre. A partir de los cinco años, como es conocido, la suerte está echada (Alea jacta est), y por lo mismo Bueno sostiene que la educación «Es más efectiva antes de los tres años. Hay estudios con gemelos, con los mismos genes, uno educado en un ambiente agresivo y el otro en un ambiente tolerante, y la respuesta es totalmente distinta cuando son adultos.»

 

¿Qué sabe David Bueno del terrorismo? 

Como si quisiera alcanzar el cenit de una argumentación ajena en todo al espíritu científico cuando habla de los terroristas, debe imaginar que acaba de inventar la sopa de ajo cuando dice que hay quien piensa que «los terroristas que matan o se autoinmolan tienen algún tipo de trastorno mental y no. Los que acaban cometiendo actos terroristas suelen ser personas especialmente crédulas y saben empatizar fácilmente con las necesidades del líder de su grupo, que es el que no va nunca delante y el que acostumbra a tener patologías mentales». Digo yo que habrá de todo. Sea como fuere, nuestro neurocientífico apunta que «Otra de las características de comportamiento más generales es que [los terroristas] suelen ser personas jóvenes y con más testosterona, cuyo nivel baja con la edad. Por eso, muchos terroristas son jóvenes, como más agresivos y con más sentido territorial, ya que la testosterona también da sentido territorial. 

 

Opino yo que habría que diferenciar, a la hora de la inserción en la sociedad y otros aspectos también remarcables, entre terroristas, asesinos en serie y violadores, por ejemplo. Cosas parecidas acontecen cuando se ignora que han dicho sobre ese asunto no pocos filósofos y algunos antropólogos, por ejemplo, y claro está qué dice Freud en Psicopatología de las masas y análisis del Yo, 1921, fundamentalmente. Se evitaría soliviantar a la ciencia y dejaría el biólogo de mostrar tan a las claras su ignorancia en aquello de lo pretende saber.

 

La banalidad en la prevención de los actos violentos

Bueno parece sentirse a sus anchas al lado de la banalidad, ya que afirma algo conocido pero en modo alguno suficiente, como es que «La mejor manera de disminuir la violencia es a través de la educación, que puede atemperar nuestro carácter agresivo. Por otro lado, dificultar el acceso a las armas e intentar que disminuya el sentimiento territorial y grupal tan fuerte que tenemos por una concepción más humanista de la sociedad». Y añade, como si inventase el concepto de imitación y aún el de identificación que «no ver a los que son de otro grupo como no humanos.»

 

El papel crucial de la policía y del derecho en la violencia

Afirma Bueno que «Uno de los motivos es que hemos delegado parte de nuestra agresividad a cuerpos específicos, como puede ser la policía, los agentes de seguridad o los ejércitos. Cuando antes un vecino no llegaba a un acuerdo con otro era muy fácil que acabaran con conductas agresivas o violentas.»

Pues nada, ya saben, contra la violencia de todo tipo más policía y más leyes.

 

Girona, 23/10/2013

José Miguel Pueyo