¿Qué cabe esperar del coach transformacional de la psicóloga Cristina Naughton?
En la entrevista del periodista Víctor-M. Amela, para La Contra de La Vanguardia, 09/08/2014, «Hay mucho más para ti en el mundo! Pisa fuerte y sonríe», esta psicóloga y coach, con sus 72 años, se reafirma en lo que de alguna manera presenta en su página web de empresa (www.centrodecoachingcristinaughton.com).
En realidad, Cristina Naughton aporta pocas cosas novedosas a la moda del coaching, esto es al entrenamiento mediante el cual una persona o a un grupo de ellas intentan conseguir alguna meta o de desarrollar habilidades concretas. En el ámbito deportivo el coach (entrenamiento) en ocasiones funciona, pero no siempre. Las variables que no comtempla son muchas. De ahí que el coaching sólo funcione cuando por una u otra razón esas variables, llamémosle ocultas por pertenecer al deseo inconsciente y al goce de las personas, colaboran al fin perseguido. Se comprende entonces las críticas teóricas al coaching, pero también en razón de sus trasnochados recursos prácticos. Y es que habitualmente conjuga elementos de mediación con la persuasión de toda la vida y, por ende, no es ajeno al aprovechamiento de la delegación de poderes al coach o al terapeuta por parte de una persona o un grupo de personas, quien/es, por razones psicológicas, sociales, económicas o de cualquier otro tipo, cree/n que el coaching, por ejemplo, está capacitado para dar una respuesta correcta e incluso solucionar el problema que se trate.
Lo que antecede se confirma de algún modo cuando vemos que a preguntas como ¿Creencias políticas? de Víctor-M. Amela, la Sra. Cristina Naughton responde con un tópico, «Igualdad de género, justicia social y democracia». Todo el mundo, creo, subscribiría esa consideración. Pero si alguien no quiere ser tildado de demagogo, debería saber que la defensa de la «igualdad de género» requiere especificar de manera clara y sin reservas que la ineptitud no conoce el sexo. Esta cuestión, que a primera vista puede resultar baladí, no creo que lo sea en absoluto, entre otras cosas porque alguien podría suponer que lo que se ha dado en llamar corrección política no afecta al coach. Peor incluso es la respuesta de Cristina Naughton a la pregunta sobre las creencias religiosas. Dice sin tapujos «Creo en una cosa superior, no importa su nombre». A la puerilidad de esta consideración habría que agregar que no es igual el nombre que tenga esa cosa superior. En esta ocasión hubiese bastado tan sólo con utilizar el pensamiento y leer los periódicos o ver la TV, para advertir que en modo alguno es lo mismo que esa cosa superior en la que cree Cristina Naughton, se llame Atón-Ra, Odín, Pacha Mama, Brahma, Buda, yod-hei-vav-hei: יהוה (YHWH), Jesucristo o Mahoma.
La idea teórica que destaca repetidamente Naughton, y que, por lo mismo, cabe entenderla como fundamental y esencial de su trabajo, concierne al caudal positivo que tenemos los humanos, y que ese caudal o potencialidades positivas, dice, se encuentran en muchas ocasiones soterradas por determinados factores. Hasta aquí nada más una idea que entraría en líneas generales en el marco de la psicopatología clásica. Sin embargo, cabe reprocharle a esta coach no subrayar suficientemente que el sujeto humano es capaz de lo peor y también de las hazañas más sublimes, por lo que las potencialidades a las que se refiere pueden ser para lo mejor (de uno) y para lo peor (también de uno y de los demás). Lo que si le interesa a esta coach internacional desde hace 30 años es repetir que antes que ella había el coaching transacional, que según afirma corrige un conflicto específico, pero ella ha inventado el coaching transformacional. ¿En qué consiste? Bastan tres requisitos, como son preguntarse «qué te deja incómodo, plantearte cómo te gustaría que te saliera… ¡ponte en acción!» para conseguir nada más, pero también nada menos, que «Mejorar tu energía corporal, emocionalidad y creencias profundas: te transformas».
Estamos acostumbrados a leer propuestas surrealistas en libros de autoayuda, a escuchar no mejores peroratas a terapeutas de una y otra escuela, así como monsergas narcóticas a gurús y maestros espirituales y de filosofía de toda índole y condición, y ahora, aunque no constituye novedad alguna, tenemos las aseveraciones, sin duda desproporcionadas en lo teórico y en lo clínico, de la fundadora del coaching transformacional, quien sin ningún embarazo y haciendo gala de estar fuera de la realidad cotidiana se atreve a aseverar que «No nos han educado para apreciarnos, sino para rendir cuentas». Para luego aconsejar: «¡Basta de eso! Hazle ver al otro lo mucho que te aprecias. ¡Ahí tendrás tu tesoro!». Bueno, lo del aprecio no hace falta que se lo diga Iñaqui Urdangarin, Díaz Ferrán, Lance Armstrong, Jaume Matas, y más recientemente Jordi Pujol y el clan Pujol en general.
Girona, 9 de agosto de 2014
José Miguel Pueyo
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