Las imaginarias y gravemente tóxicas ideas del psiquiatra Claudio Naranjo

Desde la ULP-Gi (Universidad Libre Popular de Girona) y La Escuela de Psicoanálisis de Girona denunciamos sin paliativos las imaginarias virtudes atribuidas a las sustancias psicodélicas en el campo de la salud psíquica. Cualquier persona que padezca una adicción puede encontrar en las imaginarias recomendaciones de Claudio Naranjo la coartada ideal para continuar con su adicción a las drogas, lo que supondría un gran daño para él, en primer lugar por abortamiento del tratamiento que verdaderamente lo liberaría de cualquier adicción, y menos aún de una neurosis o una psicosis, y, en segundo lugar, por los adversos efectos físicos, cognitivos, volitivos e intelectuales que el consumo de las sustancias que Claudio Naranjo tan irresponsablemente alaba y propone. Por otro lado, no se puede comprender que noticias de este talante tan tóxico aparezcan en una publicación tan respetable como La Vanguardia a fecha de 21/10/2016.

¿Qué pueden decir al respecto la delegación del Gobierno para el plan nacional sobre drogas, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, y asociaciones como FAD, cuya Presidencia de Honor ostenta Su Majestad La Reina doña Letizia, y tiene como misión fundamental la prevención del consumo de drogas y otras conductas de riesgo que impidan o dificulten el desarrollo personal y social de los adolescentes; o la UNAD, la mayor ONG de Europa dedicada a las drogodependencias, que agrupa a más de 250 organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro de todas las comunidades autónomas menos Baleares; el proyecto Hombre, organización formada por 27 Centros que atienden anualmente, en toda España, a más de 16.600 personas con problemas de adicciones y a sus familias; REMAR, que trabaja en la rehabilitación de marginados; o A.A.T. Barcelona, que atiende, como las asociaciones citadas, y muchas otras clínicas públicas y privadas, con ánimo de lucro o sin, a personas devastadas, y con esas instituciones muchos familiares de las personas afectadas por las adicciones, por el consumo, siempre destructivo, de drogas, y de los actos delictivos que en muchas ocasiones lleva asociado? ¿Y qué dirán los médicos que trabajan en Urgencias y atienden a decenas de miles de personas al año en España como consecuencia del consumo de drogas? Podríamos seguir haciéndonos preguntas en relación con las hiperpsicodélicas barbaridades y para nada original propuesta terapéutica de Claudio Naranjo.

 

Criticable es asimismo la complacencia del entrevistador, tanto por la cabecera del artículo, como por omitir las cuestiones básicas, fundamentales y también cruciales del consumo de drogas, aspectos que sin duda dieron energía al psiquiatra chileno para defender y promover esas monstruosas y siempre perjudiciales soluciones.

Cualquier neófito en medicina entiende que administrar a personas que presentan algún problema orgánico y/o neurofisiológico una dosis pequeña de determinadas sustancias podría suponerle un grave riesgo para la salud e incluso la muerte. Este sencillo aspecto de la cuestión debiera poner por sí solo en alerta al lector más inadvertido del escaso rigor ético y clínico de lo que propone el doctor Naranjo. Por este motivo, haber preguntado a Naranjo si una persona con una anomalía cardiovascular, o con un trastorno hepático, por ejemplo, también podría beneficiarse de la terapia que defiende, hubiese hecho al mérito del periodismo, un oficio que en la posmodernidad, más que en ninguna otra época, parece haber olvidado su función. En la entrevista publicada por La Vanguardia no hubiese estado de más un breve recorrido histórico sobre las terribles y fracasadas experiencias terapéuticas con sustancias psicodélicas utilizadas por los antipsiquiatras ingleses, como Cooper y Laing. Porque si algo puede constatarse en la historia de la psiquiatría son sus fracasos y las atrocidades de todo tipo cometidas por sus agentes, aunque siempre parapetados en su interrelación con el poder político y las farmacéuticas, que como se sabe es la segunda industria del mundo en ingresos y beneficios por detrás de la armamentística (léase La invención de los trastornos mentalesDel sufrimiento de ayer a la clínica de hoy, entre otros artículos publicados en esta web).

 

Tampoco explica Naranjo los distintos efectos que el consumo de una sustancia psicodélica puede tener en función de distintos parámetros físicos (dosis, vía de administración, peso, edad, género, condición física, posibles alergias, historial médico, etc.), que por sus estudios en la Universidad de Medicina de Chile entiendo que debiera conocer, y los efectos psíquicos (la estructura psíquica del consumidor: supuesta normalidad, neurosis, perversión, psicosis). Sin duda aclaraciones de este tipo hubiesen contribuido a dar cuenta de este asunto con la rigurosidad epistemológica que el lector de La Vanguardia merece, aunque en eso tampoco ayuda haber estado amparado en sus investigaciones por un gobierno, el brasileño, más conocido por la corrupción que por sus logros sociales, cuestiones que, dicho sea de paso, Naranjo no denuncia.

Si el deseo de Claudio Naranjo pasa por oponerse al capitalismo neoliberal y al DSM-IV, nada peor que abrazar los tan antiguos como imaginarios y dañinos ideales chamánicos, o los más cercanos en el tiempo de la antipsiquiatría, término acuñado por David Cooper para designar diferentes enfoques y doctrinas político-sociales en el ámbito de la salud mental, que tienen en común ser detractoras de la psiquiatría, y cuyo carácter de movimiento contracultural también define al movimiento hippie tan del agrado de Naranjo. El primer problema radica en que se oculta al lector de La Vanguardia todas las atrocidades que se cometieron y las funestas consecuencias que para muchas personas supusieron esos ideales, con lo que a la impostura y el engaño hay que añadir la demagogia más deplorable.

Lo apuntado hasta aquí no excluye que el psiquiatra chileno imagine que las sustancias psicodélicas ayuden a eludir la represión y su función en el aparato psíquico, y tal vez de esa manera acelerar el tratamiento y mejorar su efectividad. Nada más alejado de la verdad. Freud fue, una vez más, el primero en advertir la inoperancia de todos y cada uno de los métodos sugestivos empleados por psiquiatras y psicólogos para la curación de los trastornos psíquicos (fármacoterapia, electroterapia, hipnosis, reposo, baños termales, meditación, etc.), pues al supuesto éxito del tratamiento le sigue siempre la brevedad de sus efectos persuasivos y con ello el empeoramiento. De esa constatación clínica nació el psicoanálisis. Quien quiera profundizar sobre el recorrido histórico y epistemológico de estos y otros importantísimos descubrimientos, indispensables para arrojar luz sobre qué es el sujeto humano, y en qué consiste la curación, que no es sin la dignidad ética del bien decir del síntoma, y, en fin, posibilitar una vida más digna para el deseo y la cultura, nada más recomendable que leer La histeria. Del discurso del amo al discurso del psicoanalista (1999).

En un seminario impartido por el Dr. José Miguel Pueyo, autor de La otra escena de la corrupción, su último libro, el psicoanalista afincado en Girona relacionó acertadamente y de forma magistral las tres pasiones del yo (amor, odio, ignorancia) con la propensión del sujeto humano de intentar paliar su malestar con objetos, desde las drogas al dinero, pasando por el latrocinio y el fundamentalismo. Solo esa verdad constituye el auténtico principio de curación.

 

 

Girona, 21 de octubre de 2016